Kipchoge, en
la mañana, 8:15 de la mañana, del 12 de octubre del 2019 hizo historia. No se
ha valorado en España, muchos ni se habrán enterado y en general en el mundo
entero tampoco se le ha dado el valor que merece esa gran gesta. En realidad
solo se trata de un record más, pero lo cierto es que se trata de dejar
callados a los que decían que eso era imposible, que romper las 2 horas era
imposible. En España corredores como Chema Martinez y Martin Fiz, no creían que
fuera posible y Kipchoge ha llegado para demostrarles que todo es posible. Por
desgracia seguirán pensando que hay cosas imposibles, cuando el mensaje que ha
querido dejar Kipchoge es que NO HAY NADA IMPOSIBLE…NADA, que el ser humano no
tiene límites y yo añado que lo imposible es solo una ilusión.
Por
desgracia, se ha maltratado a Kipchoge y su logro, que si las liebres, que si
las zapas, que si otras cosas que no vale la pena mencionar, que deja caer
gente sin escrúpulos, mala gente…y el tío ha logrado esas sub 2 horas, con su
trabajo mental, que le da una ventaja como nadie se hace una idea, hasta
hacerle parecer un verdadero extraterrestre. La mayoría de maratonianos
Keniatas y etíopes, ya no digo blancos, está en el km 40, cuando Kipchoge está
entrando en meta…bestial, les saca 2 kms. Por suerte Coe ha dado por buenas las zapas y veremos dos cosas: una como todo el mundo las usa y dos, no es tan fácil ponérselas y que salgan las sub 2 horas, hay que tener mentalidad, creérselo y calidad. No olvidemos que en la Maratón de Amsterdam de hace unos días, el que ganó, lo hizo con Adidas, ahí quedó claro que las zapas, no van con patines, hay que mover las piernas y el corazón, lo cual me alegró mucho porque tiró por tierra a esos que demonizan tanto esas zapas, que luego serán los primeros que se las compren.
Lo mejor de
todo es que Kipchoge para volver a demostrar que nada es imposible, que el ser
humano no tiene límites bajará en el 2021 en Valencia o en Berlín de las 2
horas, con carrera homologada, sin liebres en forma de flecha y quizá sin esas
zapas, si es que la IAAF, las prohibiera y sin nadie que le acerque el
avituallamiento. Eso será lo mejor…que gran día será ese, a ver que dicen los
periodistas del marca, que me dan pena y otros similares que restan importancia
y mérito a su gran gesta. No saben valorar la grandeza del ser humano, que no
tiene límites. Mirar en natación, como ya se están batiendo los records de los
bañadores que se prohibieron por dar ventaja…no hay límites y creo que ese
mensaje, pese a la gran gesta y proeza de Kipchoge, no ha calado en la gente…o
al menos en muy pocos y lejos de calar, hay mucha gente muy empeñada en
enterrar esa proeza…con el tiempo se valorará como merece lo conseguido por
Kipchoge el 12 de octubre. El día que el ser humano rompió por primera vez la
barrera de las dos horas.
Kipchoge se
acostó a las 9 de la noche y a las 3 se despertó y ya no pudo dormir más. A las
5 se levantó de la cama. El presidente de su país le llamó por teléfono para
desearle suerte, eso le dejó algo estresado también, mucha responsabilidad, no
podía fallar. Mediada la prueba tuvo malas sensaciones pero se repuso.
Hola Jacob, se está
poniendo duro, ¿Como vais allá atrás? ¿Ya está cansado?
Jacob: mantén el foco
amigo, ningún humano es limitado.
Así lo
recogieron los periódicos:
Kipchoge, tras firmar 1.59:40
en maratón: "Hemos hecho historia juntos"
"Me siento bien. Soy el hombre más
feliz del mundo tras ser el primero en correr (el maratón) en menos de dos
horas", ha declarado el atleta africano tras superar uno de los
retos más complicados de la historia del deporte. "Espero que más gente
alrededor del mundo corra por debajo de las dos horas después de hoy",
agregó.
El maratoniano más rápido de la historia
ha reventado el crono corriendo los 42.195 metros a una velocidad media más
propia de un sprint, con un promedio de 17 segundos por cada 100 metros,
2 minutos 50 segundos por kilómetros. "Desde los primeros
kilómetros estuve realmente cómodo. He estado entrenando para esto los
pasados meses. He puesto mi cabeza y mi corazón en correr el maratón en menos
de dos horas para hacer historia y enviar un mensaje a todo el mundo de que
ningún humano tiene límites", afirmó.
El fondista se mostró muy emocionado y agradeció
el esfuerzo de su equipo y a las personas que le animaron durante la carrera:
"Hemos hecho historia juntos. Mi mente estaba concentrada en correr por
debajo de las dos horas. No era un 50/50 sino un 90 % (de confianza)".
"Las liebre hicieron un gran trabajo, están
entre los mejores corredores de todos los tiempo", elogió a sus equipo de
41 atletas de primer nivel que le apoyaron en la carrera.
Kipchoge reiteró que romper la barrera de las dos
horas envía el mensaje de que el ser humano no tiene límites y espera que este
hito sea una inspiración y una fuente de esperanza para todo el mundo.
El atleta reconoció que se trató de "una carrera
dura" y subrayó que con esta marca histórica quiere enviar la idea de que
"juntos podemos hacer este mundo mejor".
Kipchoge realizó los últimos metros en solitario y
entró en la meta sonriendo, tras dinamitar una de las fronteras legendarias del
atletismo de forma muy holgada.
Kipchoge, que ha clavado los tiempos de forma
constante, corrió detrás de un vehículo que le iba marcando el ritmo para batir
el muro de las dos horas y rodeado por siete 'liebres' en formación de flecha
para protegerlo del viento.
Esos siete corredores formaban parte de un equipo de
41 atletas de primer nivel que se fueron turnando a lo largo de toda la carrera
para darle apoyo.
Las liebres eran una selección de atletas de primer
rango, como los tres hermanos noruegos Ingebrigtsen -Henrik, Filip y Jakob- el
etíope Selemon Barega, reciente subcampeón del mundo de los 5.000 metros, o los
estadounidenses Bernard Lagat y Paul Chelimo.
También contó con un avituallamiento en movimiento y
un circuito completamente llano y adaptado, incluso con partes recién
asfaltadas para evitar irregularidades.
Miles de personas madrugaron para animar al atleta en
una prueba que tuvo lugar en el parque vienés del Prater, en un circuito
completamente llano de 9,6 kilómetros, del que la inmensa mayoría del recorrido
es recto y al resguardo de los arboles.
Kipchoge
vivió a 400 metros de la meta “el momento más feliz” de su vida.
El atleta keniata reconoce que
estaba “al 90%” de confianza de conseguir el histórico hito.
El keniano Eliud Kipchoge dijo este
domingo que se sintió cómodo y confiado desde el principio en que iba a ser el
primero en correr
un maratón en menos de dos horas (1h59:40). ”Ese fue el momento más
feliz de mi vida. El momento en el que supe que iba a hacer historia”, aseguró
sobre los últimos 400 metros, que corrió en solitario sabiendo que iba a
derribar el legendario muro de las dos horas.
”Desde los primeros kilómetros estuve realmente
cómodo. He estado entrenando para esto los pasados meses. He puesto mi cabeza y
mi corazón en correr el maratón en menos de dos horas para hacer historia y
enviar un mensaje a todo el mundo de que ningún humano tiene límites”, agregó.
“Ningún humano tiene límites”
El fondista, con
su habitual forma de hablar reflexiva y pausada, dijo que mantuvo la calma y se
concentró en mantener el ritmo desde el inicio. ”Mi mente estaba concentrada en
correr por debajo de las dos horas. No era un 50/50 sino un 90 % (de
confianza)”, aseguró.
Sin embargo, Kipchoge reconoció que sintió una
“gran presión” horas antes del inicio del desafío debido a las llamadas de
ánimo que recibió de personalidades de primer nivel, como el presidente de
Kenia, Uhuru Kenyatt.
Hasta tal punto fue la presión que sintió que
reconoció que entre las 5.00 de la mañana, cuando se levantó, y las 8.15,
cuando empezó la carrera fue “el peor momento” de su “vida”. El fondista ha
asegurado que ahora tocaba disfrutar del momento y no quiso entrar a evaluar si
podría correr más rápido o si considera posible batir este récord en un maratón
oficial.
El maratoniano más rápido de la historia ha
reventado el crono corriendo los 42.195 metros a una velocidad media más propia
de un sprint, con un promedio de 17 segundos por cada 100 metros, 2 minutos 50
segundos por kilómetros.
Kipchoge reiteró que romper la barrera de las dos
horas envía el mensaje de que el ser humano no tiene límites y espera que este
hito sea una inspiración y una fuente de esperanza para todo el mundo.
Kipchoge realizó los últimos metros en solitario
y entró en la meta sonriendo, tras dinamitar una de las fronteras legendarias
del atletismo de forma muy holgada. El fondista, récord mundial de maratón
(2h01:39), ha sido el protagonista en solitario de una carrera hecha a su
medida, “Ineos 1.59”, en la que ha contado con ayudas externas no permitidas
por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y, por tanto, su marca no
será homologada.
Kipchoge, que ha clavado los tiempos de forma
constante, corrió detrás de un vehículo que le iba marcando el ritmo para batir
el muro de las dos horas y rodeado por siete ‘liebres’ en formación de flecha
para protegerlo del viento.
Esos siete corredores formaban parte de un equipo
de 41 atletas de primer nivel que se fueron turnando a lo largo de toda la
carrera para darle apoyo. Las liebres eran una selección de atletas de primer
rango, como los tres hermanos noruegos Ingebrigtsen -Henrik, Filip y Jakob- el
etíope Selemon Barega, reciente subcampeón del mundo de los 5.000 metros, o los
estadounidenses Bernard Lagat y Paul Chelimo.
También contó con un avituallamiento en
movimiento y un circuito completamente llano y adaptado, incluso con partes
recién asfaltadas para evitar irregularidades. Miles de personas madrugaron
para animar al atleta en una prueba que tuvo lugar en el parque vienés del
Prater, en un circuito completamente llano de 9,6 kilómetros, del que la
inmensa mayoría del recorrido es recto y al resguardo de los arboles.
Han sido 4,3 kilómetros de ida y otros tantos de
vuelta. A ambos extremos hay dos amplias rotondas que han sido adaptadas para
evitar cualquier desnivel.
La última gesta de Eliud Kipchoge, que
este sábado se convirtió en el
primer ser humano que consigue bajar de las dos horas en una maratón
(1h59:40 fue su tiempo), ha tenido repercusión en las ediciones
digitales e impresas de todo el mundo:
AS: La portada impresa de
nuestro diario reserva un hueco para el keniano con el titular "Kipchoge
rompe en Viena la barrera de las dos horas en maratón: 1h59:40". Dentro,
dos páginas: "Kipchoge pisa la luna al bajar de dos horas".La foto,
un sonriente Kipchoge alzando la bandera de Kenia tras cruzar la meta.
New York Times: El diario
estadounidense titular en su edición impresa "Eliud Kipchoge rompe la
barrera de las dos hora en maratón". "En Viena, el keniano consiguió
un hito hasta ahora concebido como inasequible. Pero su tiempo 1:59:40, no será
reconocido como récord del mundo". Ilustra la pieza un sonriente Kipchoge
llegando a meta.
BBC: "Kipchoge rompe la
marca de las dos horas", titula la radiotelevisión pública británica.
"El keniano, de 34 años, cubrió los 42,2 kilómetros en una hora, 59
minutos y 40 segundos. No será reconocido como récord al no ser una carrera
abierta y usar liebres que iban rotando", reza el texto. En la foto,
Kipchoge con la bandera de su país.
L'Équipe: La portada del
periódico francés es para la gesta del keniano, con el titular "En menos
de dos". En la edición digital, es "Kipchoge reinventa la maratón".
Dentro, "En 1h59:40, Eliud Kipchoge ha roto la mítica barrera de dos horas
en maratón", y foto para el protagonista abriendo los brazos ya en los
últimos metros.
La Gazzetta dello Sport:
"¡Kipchoge derriba el muro de las dos horas!", titulan los italianos
en su edición digital. "Empresa histórica en el Prater de Viena (récord no
homologado) del atleta keniano, que corre una maratón en menos de dos horas
ayudado por la tecnología y 41 liebres".
The Guardian: "Eliud
Kipchoge hace historia corriendo una maratón en menos de dos horas",
titulan los británicos en su edición digital. "El keniano marca un tiempo
no oficial de 1h59:40 en Viena. Estuvo asistido por 41 liebres y un
láser".
Marca: El diario deportivo le
dedica la mitad de su portada con el titular "Gesta para la
eternidad" y la foto del keniano sonriente con los brazos en cruz tras
cruzar la meta. "¡¡Kipchoge baja de las dos horas en maratón con 1.59:40
en el reto INEOS!!" es el titular en su web. "Se convierte en el
atleta más rápido en los 42,195 kilómetros, aunque no será récord del
mundo".
Bild: "Así fue Kipchoge el
rey de la maratón", dicen los alemanes. "Rompió la barrera del sonido
bajando de las dos horas", continúan. La foto, también, para la llegada a
meta, con gesto feliz, del maratoniano.
Daily Nation: Uno de los
principales diarios kenianos le dedica la porta entera con el titular "El
más grande de todos los tiempos" sobre una foto en la que se ve a Kipchoge
saludando sonriente al llegar a meta. "Fue como ir a la luna y
volver", es el título de la noticia en su edición digital. "Incluso
el mejor maratoniano de todos siempre reconoció que, por una vez, tuvo
mariposas en el estómago".
Misión cumplida para Eliud Kipchoge. A la
segunda, tras el intento fallido en Monza 2017, fue la vencida,
y el keniano fue el primero en romper la barrera de las dos horas en una
maratón. Completó los 42.195 metros en 1 hora, 59 minutos y 40 segundos.
Eso sí, esta marca no contará como récord oficial al
no estar homologada, pero lo logrado por Kipchoge en Viena
permanecerá en el recuerdo y además recibe un importante montante
económico por conseguirlo.
Lograr el reto Ineos supone un premio de
un millón de dólares para el keniano, es decir, 905.800 euros. Esta
cuantía es únicamente por cumplir el objetivo, sin contar el resto
de beneficios que le aportarán sus principales patrocinadores, especialmente
Nike. Todo el evento que se ha celebrado en Viena a cargo de Ineos costó
alrededor de 15 millones de libras: despliegue, material, personal de carrera,
organizadores... Para este objetivo, Kipchoge renunció a estar en
los Mundiales de Doha y especialmente al maratón de Berlín.
Precisamente en la ciudad alemana es donde registró el récord, este sí oficial,
del mundo de la maratón (2h 01:39 en 2018).
Jim Ratcliffe es
la cabeza de la multinacional Ineos (también del equipo ciclista)
y fue uno de los grandes impulsores del reto. Este multimillonario
británico es una de las personas más ricas del Reino Unido. "Es
divertido invertir parte de nuestros beneficios en retos y personas que
inspiran a la gente", destacó Ratcliffe. "No
estoy aquí por dinero, sino por ver los límites del ser humano”,
dijo Kipchoge. Reto conseguido a poco menos de un mes de cumplir los 35
años.
Eliud Kipchoge estrenó un prototipo
especial de zapatillas para lograr el hito de bajar de las dos horas en 42.195
metros, la distancia de la maratón. El keniano se presentó en Viena con
un modelo evolucionadísimo, y nunca visto hasta ahora, de las Nike
ZoomX Vaporfly Next%, el tipo de calzado, con espuma especial y placa de fibra
de carbono, que revolucionó las carreras de fondo (¡y el mercado!)
desde que el keniano hiciera el reto Breaking 2 de Monza en abril 2017.
Kipchoge ya comenzó a trabajar en sus laboratorios desde 2016.
Aquellas fueron las Vaporfly 4%, luego llegaron
las Next%, que es la que llevaban las liebres de Kipchoge. Esas tenían una
espuma especial en el talón, que da estabilidad en el tendón de Aquiles y a la
vez producen un mayor retorno energético, en parte gracias a su buena
reactividad. También tienden a colocar bien el apoyo del corredor. Nike anunció
que el modelo usado por Kipchoge es “una versión inédita y actualizada de
estas, todavía en fase de prueba”.
Pues el modelo de Kipchoge en Viena son un paso
más porque tienen tres apoyos de placa de fibra de carbono y cuatro air bags
(cámaras de aire), que amortiguan la pisada del keniano y se considera
que en lugar del modelo 4%, podrían ser ya 6%.
Son en apariencia muy grandes, con una plataforma
muy alta, (parecen más de un cantante de trap que de un atleta), pero
la realidad es que son ligerísimas. Sin peso oficial de las de Kipchoge, las
Next% estaban en 190 gramos. Kipchoge también llevó unos calcetines especiales.
"La experiencia singular de este campeón provocará más comentarios, más
preguntas y, en última instancia, más avance en el deporte en general".
El keniano Eliud Kipchoge, récord mundial de
maratón, dijo que se encontraba muy feliz tras derribar hoy en Viena el
legendario muro de
las dos horas con un tiempo de 1h59:40, una marca que sin embargo no será
oficial por las ayudas externas que recibió.
"Me siento bien. Soy el hombre más feliz del
mundo tras ser el primero en correr (el maratón) en menos de dos
horas", ha declarado el atleta africano tras superar uno de los
retos más complicados de la historia del deporte. "Espero que más
gente alrededor del mundo corra por debajo de las dos horas después de hoy, ser
el primero pero no el último", agregó.
El maratoniano más rápido de la historia ha
reventado el crono corriendo los 42.195 metros a una velocidad media
más propia de un sprint, con un promedio de 17 segundos por cada 100
metros, 2 minutos 50 segundos por kilómetros.El fondista se mostró muy
emocionado y agradeció el esfuerzo de su equipo y a las personas que le
animaron durante la carrera: "Hemos hecho historia juntos".
"Las liebre hicieron un gran trabajo, están
entre los mejores corredores de todos los tiempo", elogió a sus equipo de
41 atletas de primer nivel que le apoyaron en la carrera. Kipchoge
reiteró que romper la barrera de las dos horas envía el mensaje de que el ser
humano no tiene límites y espera que este hito sea una inspiración y
una fuente de esperanza para todo el mundo.
El atleta reconoció que se trató de "una
carrera dura" y subrayó que con esta marca histórica quiere enviar
la idea de que "juntos podemos hacer este mundo mejor".
Kipchoge realizó los últimos metros en solitario y entró en la meta sonriendo,
tras dinamitar una de las fronteras legendarias del atletismo de forma muy
holgada.
El fondista, récord mundial de maratón (2h01:39), ha sido el protagonista en solitario de
una carrera hecha a su medida, "Ineos 1.59", en la que ha contado con
ayudas externas no permitidas por la Federación Internacional de Atletismo
(IAAF)
y, por tanto, su marca no será homologada. Kipchoge, que ha clavado los tiempos
de forma constante,
corrió detrás de un vehículo que le iba marcando el ritmo para batir el muro de
las dos horas y rodeado por siete 'liebres' en formación de flecha para
protegerlo del viento.
Aunque se trata de un maratón de laboratorio, en
el que todo estuvo calculado hasta el más mínimo detalle para batir el
récord, correr a un ritmo tan brutal y hacer trizas el muro de las dos
horas permite a Kipchoge entrar en el olimpo de las deidades del deporte.
A Eliud Kipchoge le llaman ‘el filósofo’. Tiene
ese sobrenombre en la campamento de entrenamiento de Kaptagat, porque
mientras otros jóvenes están enganchados a su teléfono móvil o de bromas, Eliud
está siempre tranquilo, observando, leyendo… Por eso, este keniano, de 34 años,
es diferente y
acaba de entrar en la leyenda al romper la barrera de las dos horas con su 1h59:40
sobre 42.195 metros, la distancia de la maratón,
aunque no será homologado como récord mundial. Tampoco importa demasiado, la
plusmarca también es suya (2h01:39 en Berlín 2018).
Al contrario que otros kenianos de grandes éxitos
y corta vida deportiva, Kipchoge lleva en pie de batalla casi dos
décadas. Su primera gran irrupción fue en la pista, en los Mundiales
de París 2003, cuando en los 5.000 metros se coló con una medalla de oro en el
duelo de Bekele contra El Guerrouj, las indiscutibles estrellas del fondo.
Kipchoge era una aparición espontánea, nada hacía presagiar que fuera algo
duradero, más cuando su carrera en el anillo de 400 metros no terminaba
de despegar. Era un error, comenzaba
una leyenda que se comenzó a fraguar cuando pasó al asfalto. Ganó 11
de 12 maratones.
Su debut en la maratón se produjo en Hamburgo, en
la primavera 2013, con una victoria en 2h05:30. En septiembre de ese 2013 fue a
Berlín y le tumbó Wilson Kipsang, la estrella del momento, que hacía el récord
mundial (2h03:23). Eliud se quedó en unos buenos 2h04:05, y, desde
entonces, jamás volvería a perder una carrera…
La planificación con su entrenador y amigo
Patrick Sang fue metódica. Dos maratones por año. Todas ganadas.
En 2014 se llevó Rotterdam y Chicago (mientras Kimetto hacía récord en Berlín
con 2h02:57), en 2015, Londres y Berlín, en 2016, Londres y el oro olímpico en
Río… En 2017, Kipchoge se embarcó en el primer gran experimento, con el
proyecto Breaking2. Su marca comercial le había diseñado un calzado especial, unos
condiciones idóneas en el circuito de Monza en el que tendría liebres
permanentes y avituallamiento móvil. No homologable como récord, pero todo para
bajar de 2h00. Se quedó en 2h00:25.
Tras aquello, Kipchoge se concienció en hacer el
récord mundial de maratón, el homologado. Y en Berlín 2018 lo hizo de manera
brutal, con 2h01:39 y reduciendo a papilla el 2h02:57 de Kimetto. Así
que, con una buena oferta económica sobre la mesa, sobrevoló sobre su cabeza el
reto de volver a bajar de las dos horas. Con otro gigante comercial,
esta vez desde la química, Kipchoge eligió el parque Prater de Viena, el 12 de
octubre, en un recorrido de 9,6 kilómetros prácticamente llano. Igual, con
liebres permanentes, avituallamientos… Y esta vez bajó de dos horas: 1h59:40. Histórico.
En la
meta, Kipchoge se acordó de Roger Bannister, de cuando rompió los 4
minutos en la milla en 1954. “Quería demostrar que el ser humano no tiene
límites”, decía el keniano, que entró en meta rodeado de sus liebres, que son
muchos sus hombres de confianza en el campamento de Kaptagat. Allí, en el
parque Prater, estaban Bernard Lagat, Augustin Choge, Erick Kiptanui, Victor
Chumo, también los hermanos noruegos Ingebrigtsen, que se quisieron
apuntar a la gran fiesta de Kipchoge, que fue recibido por su mujer y sus tres
hijos. En Eldoret (Kenia), centenares de miles de personas salieron a festejar
el éxito del ídolo.
Ahora
a Kipchoge se le abren nuevos retos. Uno es romper esa barrera de
las dos horas en una maratón comercial, otro es enfrentarse a Kenenisa Bekele,
que por fin despuntó en maratón con 2h01:41 (Berlín 2019) y también queda la
posibilidad de que ese duelo se dé en la maratón olímpica de Tokio 2020. Dudas
y horizontes. Lo que es seguro es que en pocos días volverá a Kaptagat,
a hacer kilómetros, a estar tranquilo y comer ugali. El filósofo Kipchoge.
Fue un espectáculo. Eso
es indiscutible. Eliud Kipchoge se convirtió en el hombre
que derribó la gran barrera del atletismo en el siglo XXI: las dos horas en
maratón. “Aterrizaje en la luna”, es como lo llamó el keniano, de 34
años, que recorrió en 1h 59:40 los 42.195 metros del circuito montado
expresamente para él en el parque Prater de Viena. 4,4 vueltas de 9,6
kilómetros con mínimo desnivel, con liebres permanentes y que se
relevaban, con una luz que marcaba el ritmo de récord, avituallamientos
móviles… Es claro que no es una maratón al uso, pero las piernas de
este atleta único e impasible corrieron a 2:50 cada 1.000 durante 42.195
metros. No será récord, pero es algo jamás visto.
Se dio la salida a las 8:15, hora puesta de
manera estudiada para que Kipchoge tuviese las mejores condiciones. Siete
liebres le escoltaban, cinco por delante en forma de flecha inversa (en
el centro Lagat) y dos por detrás. También
estrenaba Eliud un nuevo prototipo de zapatillas, de aspecto mucho más atómico
a las que ya han revolucionado el mercado. Con eso, se puso en
marcha. Los dos primeros kilómetros mínimamente rápidos (2:48 y 2:49), después
se ajustó el tren con la línea verde fosforita de rayo láser que marcaba el
sub-2:00: 14:10 los 5k. Las transiciones de los expertos atletas (Kiptanui, los
Ingebrigtsen, Barega…) que marcaban el paso, también eran perfectas.
28:20, los 10 kilómetros, 42:34, los 15 y la media maratón en 59:52. Perfecto,
ritmo de 1h 59:44. Medio trabajo hecho…
La maratón se empieza a correr a partir de
la media, cuando los músculos se empiezan a tensar, aparecen fallos… Pero
Kipchoge parece hecho de otro material. Nunca demuestra debilidad. Y en Viena
tampoco lo hizo. 1h10:59 el km 25, 1h25:11 en el 30. Hasta cuando
Kipchoge comienza a sufrir, parece que no lo hace. Porque
su gesto de dificultad es como una sonrisa, que desafía a cualquier tipo de
muro maratoniano. Kipchoge lo derriba siempre. En el 35 seguía con
más de 10 segundos sobre la barrera icónica. El aterrizaje en la luna del
atletismo, como denominó el propio Kipchoge. Con todo bien en el 40, ya
sólo quedaba rematar en el Prater ante decenas de miles de personas,
un contraste con la anterior vez que buscó este desafío en el solitario
circuito de Monza (hizo 2h00:25). 1h59:40,
golpes en el pecho, las liebres celebrando... Una fiesta apoteósica.
Aunque corriera a 2:50 cada kilómetro
durante 42.195 metros, el registro de Kipchoge no tendrá validez como
récord mundial para la Federación Internacional (IAAF), por las ‘condiciones
especiales’ de liebres permanentes, avituallamientos móviles, maratón no
comercial… Lo que no se podrá discutir es la proporción del hito, que
cuando se visualiza y se plasma es algo desproporcionado.
Kipchoge es un atleta sin fisuras,
indestructible, capaz de dar instrucciones cuando lleva más de 35
kilómetros. Un carácter forjado en el espartano campamento de Kaptagat,
en el que Eliud hace exigentes entrenamientos, que combina con descanso,
alimentación a base de ugali y sesiones de lecturas. Siempre parco en palabras,
pero certero en su discurso: “No estoy aquí por dinero, sino por ver los
límites del ser humano”.
Y
aunque lo de Viena no sea récord, Kipchoge aumenta así su papel de ‘mejor
maratoniano de la historia’. Tiene en maratones comerciales 11 de 12
victorias, incluida la de Berlín 2018 en la que marcó la plusmarca oficial
con 2h01:39. Pero este keniano, siempre
ha sido de grandes desafíos. Lo hizo en el Breaking2 de Monza en
2017 con 2h00:25 y ahora llega esta barbaridad en Viena, con 1h59:40. Un
aterrizaje en la luna. Y aunque no sea de la manera más ortodoxa, es la
destrucción de una gran barrera: las dos horas.
En
la ciudad de Freud triunfa Eliud Kipchoge, un granjero keniano de
respuestas cortas e ideas claras que, seguramente, nunca se habría tumbado en
su diván y que, en la rueda de prensa posterior a su viaje a la luna del
maratón, pregunta en alto a los periodistas: ¿cuántos tenéis más de 65
años? Levantan el brazo tres, cuatro, una gota mínima entre las decenas
presentes. “Vosotros”, dice, “sois los únicos de aquí que estabais vivos cuando
Bannister bajó de los cuatro minutos en la milla, y, sin embargo, todos sabemos
quién fue Bannister. Y yo también espero que dentro de 65 años todos hablen de
mí igual, porque yo
también he entrado en la historia”.
Bannister alcanzó en 1954 el primer Everest
del atletismo, y, pese a las diferencias estéticas -Bannister, un neurólogo,
afiló los clavos de sus zapatillas en el torno del laboratorio de Londres en el
que investigaba, colgó la bata, se comió un sándwich y tomó un tren en
Paddington para Oxford, donde le esperaban sus liebres y la pista; Kipchoge
ha sido la piedra angular de un costoso proyecto-, el fundamento era
el mismo: un atleta y un objetivo único en una carrera especial, una
contrarreloj. Bannister fue, junto al australiano John Landy y el
norteamericano Wes Santee, uno de los tres atletas de la posguerra que en tres
continentes diferentes compitieron por ser el primero que superaba una barrera
que se creía imposible. Lo hicieron como había ascendido el Everest Hillary un
año antes, para saber qué había ahí.
Con la misma curiosidad de explorador emprendió
Kipchoge el camino de las dos horas del maratón, una distancia que, pese a las
apariencias, nunca se corrió en los Juegos Olímpicos de la antigüedad y que
vive en el siglo XXI un apogeo único. Para dar un toque griego a los Juegos de
Atenas de 1896, el barón Pierre de Coubertin instituyó una carrera de fondo que
recordara al soldado Filípides, el heraldo que a pie corrió hasta Atenas, a
unos 40 kilómetros, para anunciar la victoria del ejército griego en Maratón,
en el año 490 antes de Cristo. En los Juegos de Londres de 1908 se fijó la
distancia estándar de 42,195 kilómetros (las 26 millas y 218 yardas que van
desde el palacio de Windsor, de donde partió, hasta la llegada frente al palco
real en el estadio olímpico) y, a la vez que se multiplicaban las maratones
profesionales por todo un mundo (Boston, Londres) fascinado por la distancia
que ponía a prueba la capacidad de resistencia humana, comenzó la lucha contra
el tiempo.
En 110 años de récords oficiales, los reconocidos
por la federación internacional de atletismo, desde las 2h 55m 18s de Johnny
Hayes en Londres, hasta las 2h 1m 39s de Kipchoge en 2018, la plusmarca mundial
de maratón se ha mejorado en casi 54 minutos. El récord descendió a grandes
mordiscos al comienzo (solo se necesitaron 17 años para bajar de las 2h 30m),
coincidiendo con la primera popularización de la prueba. Precisó de 38 años
para bajar de las 2h 15m (2h 14m 28s, Leonard Edelen, en 1963) y solo cuatro
más, Derek Clayton, en 1967, para superar la barrera de las 2h 10m. Y, pese a
que en aquella década, gracias a la figura del etíope Abebe Bikila, doble
campeón olímpico en 1960 y 1964, que le dio su aura mística a la carrera, se
produjo el gran boom de la distancia en Estados Unidos y Europa
occidental, y prendió la llama en África, el récord del maratón entró en su
gran meseta. Para reducir el récord cinco minutos se precisó de 36 años más
(2003, Paul Tergat, 2h 4m 55s) y en los últimos 15 años solo ha bajado tres
minutos, pese a todas las mejoras en entrenamientos, preparación, nutrición y
zapatillas.
Según las normas de la IAAF, la asociación
internacional de atletismo, que prohíben liebres que se releven, la frontera de
las dos horas aún está lejana. Según ha podido comprobar el mundo, Kipchoge la
ha franqueado. Ha corrido en menos de dos horas y no ha perecido en el intento.
Ha culminado el momento Bannister del maratón. Una victoria del
espíritu, según la liebre Bernard Lagat. “El espíritu es el de que no hay
barreras. Es lo que hemos demostrado, el espíritu de Roger Bannister”. Y
Henrik, el mayor de los hermanos Ingebrigtsen, remacha: “Esperábamos desde hace
mucho este momento Bannister del maratón. Este será el primero de
muchos maratones por debajo de dos horas. Eliud simplemente ha demostrado que
es posible”.
La mujer
rompe la barrera de las 2h 15m en el maratón
La fiebre por romper los límites en
los 42,195 kilómetros se contagia en Chicago, donde la keniana Brigid Kosgei
(2h 14m 4s) mejora en más de un minuto el récord que se creía imbatible de
Paula Radcliffe
Ya bien entrada la noche del sábado en el Prater
de Viena, en la carpa de la fiesta que celebra a Eliud Kipchoge, algunas de las
liebres, los atletas africanos, bailan y exhiben su swing, sus
caderas, su flexibilidad; otros, más sosos, reposados, miran hipnotizados las
muchas pantallas que repiten en bucle la carrera que han hecho por la mañana,
su formación en V delante del fenomenal Kipchoge, una máquina y un cerebro
comiéndose kilómetros a 2m 50s, un reloj suizo, y en las mesas, donde corre la
cerveza y los platillos de pasta, se habla de Chicago. Atentos a mañana, dicen,
agitados, como atacados por una fiebre de entusiasmo visionario, agentes,
periodistas, mánagers, entrenadores, federativos; atentos a Brigid Kosgei, el
récord del mundo de Paula Radcliffe se va a quedar en el olvido.
Su fiebre, la
fiebre despertada por la hora, 59m y 40s, de Kipchoge, salta el
Atlántico y se contagia y se multiplica en Chicago, donde apenas 24 horas más
tarde, una mujer keniana, la jovencísima Brigid Kosgei, de 25 años, rompe una
barrera que se creía imbatible, la de las 2h 15m, y deja el récord
mundial femenino de los 42,195 kilómetros en 2h 14m 4s, un minuto y
21s menos que la marca que fijó la británica Paula
Radcliffe en el maratón de Londres de 2003.
El récord de Kosgei habría sido récord del mundo
masculino hasta 1964; en el ranking masculino español del año Kosgei
figuraría en el noveno puesto con sus 2h 14m 4s.
La maratoniana keniana, nacida el 20 de febrero
de 1994 y entrenada en su país, a 3.000 metros de altitud, por Erick Kimaiyo,
se había convertido en abril en la más joven ganadora en la historia de
Londres, donde obtuvo su segunda victoria consecutiva en un major tras
haberse impuesto en Chicago ya en octubre pasado. Su mejor marca eran las 2h
18m 20s con que ganó en Londres, la séptima de la historia. En la carrera del
récord, en la que rebajó su marca en más de cuatro minutos, corrió con las
zapatillas atómicas de Nike y hasta el kilómetro 39 le marcaron el ritmo dos
liebres masculinas. Ninguno de esos elementos está prohibido por la IAAF, que
ha iniciado los trámites para homologarlo.
“Por razones culturales y fisiológicas, la mujer,
que se ha incorporado de forma masiva más tarde al atletismo de competición,
tiene aún mucho margen de mejora en las pruebas de resistencia, en las que
quizás acabe confluyendo con las marcas de los hombres”, dice el fisiólogo
Xabier Leibar. “La mujer metaboliza mejor las grasas para convertirlas en
combustible en pruebas largas, en las que la influencia de la testosterona no
es tan decisiva como en las de velocidad. Y no olvide que en épocas prehistóricas
la mujer tenía la misma talla física que el hombre”.
“Además”, añade Leibar, “el récord de Kipchoge ha
abierto a muchos la confianza, la fe en que pueden resistir ritmos más altos de
los que pensaban desde el principio de los maratones. Y, dado que ahora los
carbohidratos que beben para reponer los depósitos de glucógeno, la gasolina,
están formulados para que ayuden al vaciamiento gástrico, para que no se queden
en el estómago, salgan por el píloro y lleguen a donde tienen que llegar, los
depósitos de glucógenos ya no se vacían. Hay energía para dos, tres kilómetros
más. Desaparece el miedo que se tenía al muro, el desfallecimiento que solía
llegar en el kilómetro 35. Lo demostró Kipchoge y lo ha demostrado Kosgei”.
La keniana corrió a una media de 3m 11s el
kilómetro; a 15m 55s los 5.000m. Y salió como un rayo: el paso por los cinco
kilómetros fue de 15m 28s. Parecía tan desaforado que Paula Radcliffe, la
plusmarquista desposeída, que estaba presente, dijo: “Si es capaz de no morir
en el intento, si no desfallece después de una salida tan rápida, esta mujer va
a batir mi récord”. No desfalleció. Levantó el pie y reguló su ritmo en 16
minutos cada cinco kilómetros. El kilómetro 10 lo pasó en 31m 28s, lo que
permitía augurar un tiempo final de 2h 12m 26s, y la media maratón en 1h 6m 59s
(su plusmarca en la distancia es de 1h 5m 28s), que ya indicaba un récord final
de 2h 14m, una previsión que solo desbordó en 4s.
Destaca la crónica publicada por la IAAF que la
primera mujer que ha sido capaz de abatir la barrera de las 2h 15m solo se
permitió sonreír en los últimos 20s de su carrera, cuando empezó a intuir la
magnitud de lo que estaba consiguiendo. Había rebajado en 1m 21s una marca tan
imposible que se había mantenido 16 años como récord del mundo, el récord que
más tiempo se ha mantenido en maratón, masculino o femenino, en la posguerra, y
que había hasta resistido la espectacular mejora de marcas que el siglo XXI, la
masificación del deporte femenino, el despertar de la mujer africana y las zapatillas
Nike han traído consigo.
“Estoy convencido de que después de Kipchoge más
hombres empezarán a correr a ritmos que les permitan bajar de las horas”,
subraya Leibar. “El miedo a los límites ha terminado. Y, después de Kosgei,
también en la mujer”.
La segunda clasificada tras Kosgei fue la etíope
Ababel Yeshaneh, que llegó a casi siete minutos (2h 20m 51s).
Debajo de las hojas que empiezan a caer en un otoño
que nunca se ha sentido tan cálido brillan las castañas hermosas en el amanecer
en el Prater como brilla Eliud Kipchoge más
allá de la hojarasca y del circo que le envuelven mientras corre veloz, más
veloz y más regular que ningún maratoniano antes, entre el Danubio
de Strauss y la noria del Tercer hombre, para completar por primera
vez en la historia un maratón (42,195
kilómetros) en menos de dos horas (1h 59m 40s).
Le
abren paso cinco atletas en V, comiendo el viento que levantan con
su velocidad, 21,100 kilómetros por hora (como un reloj suizo corren, precisa
un periodista suizo en la tribuna) y persiguen una luz verde en el asfalto
proyectada desde una furgoneta que marca el ritmo. Un rayo verde que nunca
alcanzan y que nunca se aleja, y así tiene que ser, el rayo que transporta a
donde ningún otro atleta ha llegado antes. Los atletas que le acompañan se
intercambian, entran y salen, veloces, como soldados entrenados, en la
formación. Kipchoge permanece.
Son exactamente las 10 horas, 14 minutos y 40s de
la mañana del 12 de octubre de 2019, en Viena.
“He estado en la luna, y he regresado”, dice
Kipchoge, más que un maratoniano un maratonauta, explorador en un
territorio virgen, salvaje. “Los últimos 200 metros, los últimos 30s, han sido
el mejor momento de mi vida, estaba haciendo historia. Soy un hombre feliz”.
A nadie le importa en ese momento que la
federación nunca reconozca el tiempo como récord mundial porque no se ha hecho
conforme a sus reglas. No se trataba de eso.
Los últimos metros Kipchoge corre liberado,
acelera y supera a los gregarios que le han guiado, que le han protegido,
marcado un ritmo tan fuerte, 2m 50s el kilómetro, que solo él, Kipchoge,
keniano, 34 años, 1,67 metros, 52 kilos, puede resistir durante 42 kilómetros y
un pico. Todos de negro luto, él de blanco. Los gregarios son campeones que se
han prestado a la tarea. Y más que atletas, mercenarios, los hermanos
Ingebrigtsen que tanto fascinan, el viejo Bernard Lagat, el campeón olímpico
Centrowitz, el fenomenal Barega, se sienten protagonistas de un momento único
que entre todos hacen realidad. Todos con las zapatillas rosas que Nike inventó
hace unos meses, zapatillas con un muelle en la suela que les permiten correr
más que con las zapatillas de siempre, y con el mismo gasto. Las zapatillas de
Kipchoge son blancas, son la última evolución de las polémicas Vaporfly. Nadie
las ha usado antes. Dicen los que han buceado en la oficina de patentes que la
marca de Eugene le ha fabricado unas con tres placas de carbono y cuatro
cojines de aire comprimido, para que la espuma no se hunda, para que el pie no
acabe en el asfalto. Sobre ellas bota Kipchoge, ni una mueca en su rostro,
seguro.
Un kilómetro a 2m 50s, otro, el que debe tratar
con la gran rotonda, que ralentiza la marcha, 2m 52s, el siguiente, a 2m 48s,
todo recto; así, sin cambios, repetitivo, sin acelerones ni frenazos. Y no se
sabe si admirar más el temple del pie del conductor de la furgoneta sobre el
pedal del acelerador o los corazones que le siguen latiendo al unísono, sin
desbocarse. El maratón que cambia la historia del maratón es un concierto de
música New Age, notas y notas repetidas, sin fin. (tabla de
tiempos por kilómetros)
Nadie se sale de la senda marcada por dos líneas
naranjas. Al grupo en V, Kipchoge siempre pegado a su vértice, y dos
guardaespaldas detrás de él, le acompañan cuatro asistentes en bicicleta, Pinarellos
con un gran ordenador en el manillar. El que va primero le tiende regularmente,
cada cinco kilómetros una botella de bebida, y lo hace después de abrírselo,
como quien le acerca el biberón a un niño, y Kipchoge lo coge y bebe a pequeños
sorbos, calculados para que no se queden en la garganta y le atraganten, para
que bajen poco a poco al estómago. Todo está calculado. Le devuelve la botella
al proveedor a pedal, quien calcula lo que ha bebido y prepara el siguiente
avituallamiento acorde a ello.
Temperatura: 8 grados al comienzo, y una niebla húmeda
que se levanta; 11 grados al final. Sin viento. Media maratón en 59m 52s,
cuatro segundos más rápida que en el ensayo de Monza, mayo de 2017, cuando en
unas condiciones similares, controladas; con las mismas ayudas, zapatillas,
liebres intercambiables, furgoneta, Kipchoge se quedó a 26s del objetivo.
“Fue el ensayo que me hizo saber que estaba a mi
alcance”, dice Kipchoge, quien en el Prater no sufre la crisis del kilómetro 37
de Monza, que le hizo perder todo. Y cuando un periodista norteamericano le
pregunta larguísimo si de verdad no lo pasó mal en la media maratón, o fue una
impresión falsa, le responde con una palabra sola: “Falso”. Pasa por el
kilómetro 40 en 1h 53m 36s, 28s más rápido que en Monza. No puede fallar.
Desde el valle del Rift
Los últimos metros ya se permite perder la compostura.
La sonrisa habitual en su rostro que muchas veces no es más que un rictus de
dolor, se hace risa plena, y gesticula señalando las cunetas, repletas de aficionados,
unos 20.000 que han madrugado, a lo largo de los casi 10 kilómetros del
circuito, y hasta disfruta él mismo viéndose correr en la pantalla gigante. Las
liebres cierran el escenario por detrás.
Solo hay un protagonista, un talento puro, ascético, más
de cuatro meses de entrenamiento en el Valle del Rift, un corazón, una cabeza,
dos piernas, un atleta único que brilla espléndido por debajo de la hojarasca,
superior a todo lo que le rodea, al circo que se ha organizado para ayudarle,
al millonario Jim Ratcliffe que ha invertido en la hazaña como otro millonario,
Richard Branson, invierte en la exploración del universo en globo, o como se
financiaba el descubrimiento de las fuentes del Nilo. Por encima de todo de las
frases de libro de autoayuda con la que Kipchoge se lanza a describir su
carrera, la demostración al mundo entero, dice, de que no hay límites para la
persona humana.
Para él, al menos, no. Ha corrido 14 maratones en su
vida y en ninguno se ha retirado. Los ha ganado todos salvo uno, que terminó
segundo. Tiene el récord del mundo oficial (2h 1m 39s). Es campeón olímpico. Se
ha levantado a las cinco de la mañana. Ha desayunado gachas de avena. Ha
pasado, entre las cinco y las 8.15, cuando salió a correr, los peores momentos
de su vida, los más nerviosos. Después, cuenta, salió a correr y fue su
Nirvana. La mente clara, limpia, solo concentrada en la carrera. Ha llegado a
la luna del maratón. Ha regresado a la tierra, ha pasado control antidopaje (y
también las liebres) y recita un dicho africano: “Hasta el hombre más poderoso
necesita a alguien que le corte el pelo. Nunca diré que soy el mejor de la
historia, nadie puede decirlo”.
Pero sí que solo él ha descubierto lo que hay en una
maratón más allá de la frontera de dos horas, en una hora, 59 minutos y 40s
exactamente.
Un salto
para la humanidad: Kipchoge rompe las dos horas.
Lanzado por sus liebres, en un
circuito cerrado en Viena e impulsado por sus zapatillas, el astro keniano
“aterriza en la Luna” al firmar 1h59m40s en el maratón.
No hay término medio, no hay manera de
describir el episodio que Eliud Kipchoge (34) ha escrito en el parque
Prater de Viena: ha firmado 1h59m40s y ha roto así un hito. Es el primer
mortal que rompe la mítica barrera de las dos horas en el maratón.
Este es un salto para la humanidad. Un
imposible hasta hace cinco años, el plazo en el que se había gestado esta
aventura.
–Quería dejar claro que ningún ser humano tiene
límites –decía Kipchoge una hora más tarde, rodeado de periodistas, en una
estructura improvisada para la prueba.
Nohumanislimited. Ese es el lema de
Kipchoge.
Todo ha sido excesivo en este ejercicio, el sofisticado
Ineos Challenge 1:59, réplica avanzada del Breaking2 de Nike: ha habido una
mayor implicación internacional, con liebres de los cinco continentes; una
mayor precisión en la definición, con un solo hombre, Eliud Kipchoge, y no los
tres aspirantes de Monza 2017; y una mayor implicación ciudadana. Más allá de
un parque cerrado de F-1, este proyecto se ha celebrado en un parque público, a
un paso del corazón de Viena y de la parada de metro de Stadion, cuyos túneles
vomitaban espectadores. Se calcula que se habían asomado unos 20.000 curiosos.
Estábamos en el kilómetro 35 y Eliud Kipchoge ya
sonreía. Seguía a las liebres con una determinación intimidatoria. Se sentía en
disposición de aterrizar en la Luna. Este es el 12 de octubre en Viena, al
alba, bajo la neblina que inunda el Prater, neblina que sube del vecino Danubio...
Estábamos en el kilómetro 35 y la atmósfera era
única. Algo grande iba suceder.
Kipchoge lo tenía. Le sobraban 14 segundos.
Había corrido casi siempre por debajo del ritmo
necesario. A parciales de entre 2m48s por cada kilómetro, 2m50s (los más) y 2m52s
(los menos).
Le sobraban 14 segundos a esas alturas de la
prueba.
Sonreía.
No iba a fallar.
–He sentido presión. Pero este era el momento en
el que lo tenía claro: lo iba a conseguir.
Desde Eldoret, Marc Roig tuiteaba. Roig es el
fisio de Kipchoge. En realidad, es el hombre para todo. El chófer. El compañero
de entrenamientos. El amigo.
Tuiteaba Roig: “En Eldoret ya están poniendo los
altavoces”. Se calcula que la mitad de la población de Kenia estaba siguiendo
el Ineos Challenge 1:59.
Y Kipchoge sonreía.
–Llevaba cuatro meses y medio preparando este
reto. En todo este tiempo, siempre he tenido la sensación de que llevaba el
ritmo en las piernas y en la mente. El ritmo siempre me ha resultado
confortable.
–Pero en el medio maratón se le intuyó un rictus
de dolor –se le preguntaba.
–Eso no es cierto –contestaba.
Y reía más.
Al kilómetro 41,5 se apartaban las
liebres. Había 41 atletas de primer orden implicados en esta historia. Los
Ingebrigtsen, los tres hermanos, iconos en Noruega, con ese serial que
protagonizan. Barega, Lagat, Centrowitz, Lomong, Choge, McSweyn, Wanders, Eric
Kiptanui, Musagala... Kipchoge les aplaudía y luego, a solas, aceleraba aún
más.
Corría Kipchoge los últimos 500 m saludando al
público, celebrando el éxito como el ciclista que le lleva media hora de margen
al pelotón y saborea, con los brazos extendidos, el momento.
Ya no se notaba el fresco en el parque Prater,
esa humedad que va calando en los huesos, sino más bien la calidez de un
momento extraordinario. El momento en el que el ser humano accede a un
imposible.
–¿Cree que aún puede ir más deprisa? –se le
preguntaba.
–¿Cuántos de ustedes tienen más de 65 años...?
–respondía.
Unos pocos levantaron la mano.
–Pues todos los que levantaron la mano han tenido
la suerte de ver al ser humano rompiendo las dos horas. Hace unos años, esto se
consideraba imposible.
–Ya ha sido usted como Neil Armstrong, ha llegado
a la Luna –se le comentaba.
–Pero estoy en la Tierra.
(...)
Cerrado el episodio, este es el momento de los
debates.
Los puristas disienten del proyecto Ineos
Challenge 1:59. Insisten en que no es homologable, y motivos hay.
Se ha disputado en un circuito cerrado. Se ha
concretado la fecha tres días antes de la prueba. Y la hora de salida, en la
víspera. Se ha conseguido una temperatura perfecta, de 7ºC en el momento de la
salida, y que apenas ha subido. Sin sol. Con un 90% de humedad.
Agentes de la IAAF, a la salida de la prueba,
mostraban sus reticencias. Escépticos, bromeaban:
–¿Seguro que correrá hoy? ¿No cambiará la fecha
porque le duele el estómago...?
Se considera que el parque Prater, con una
inclinación neta del 0,06%, es uno de los puntos más limpios de Europa.
Kipchoge ha corrido entre liebres, en grupos de siete, que entraban y salían
cada cuatro kilómetros. Corrían en formación de X. Kipchoge iba en el corazón
de la letra. Todos iban de negro y Kipchoge, de blanco. Perseguían un vehículo
que marcaba el paso hacia 1h59m59s, lanzando una luz de infrarrojos sobre el
asfalto. Valentin Trouw, su agente, le entregaba botellines de líquido desde la
bicicleta que acompañaba a la comitiva. Todos ellos calzaban las Nike Vaporfly
%, la cuarta generación del modelo, todavía fuera del mercado.
Las zapatillas merecen un punto y aparte. La
suela es más ancha que en el caso de sus hermanas mayores. Más ancha, y más
amortiguada. Hay quien calcula que la mejora en el rendimiento del atleta ronda
el 5%.
Su ayuda alimenta el debate. Hay quien habla de
dopaje tecnológico.
–Yo solo sé que he trabajado mucho. Siempre
correr y siempre dormir. Así es mi vida. Y ahora tengo la Luna –insistía
Kipchoge.
El atleta africano ha asegurado que esta carrera, pese
a no ser oficial, es más importante que el récord que logró el año pasado en
Berlín porque romper una de las fronteras míticas del deporte le permitirá
entrar en la historia e inspirar a toda una generación.
Acompañado también de varias bicicletas, desde
las que le proporcionaban el avituallamiento y le iban confirmando los ritmos
gracias a un ordenador, Kipchoge fue superando kilómetros. Porque
además de la faceta física, también el aspecto mental resulta clave en una
prueba como ésta. El keniata, centro de un reto de carácter mundial,
sabía que no podía desfallecer, que demasiadas miradas y el trabajo de muchos
meses estaban examinando su rendimiento.
Pero ahí sobresale la enorme calidad del mejor
maratoniano de la historia, al menos por el momento. Kipchoge no defraudó y
alcanzó los últimos metros de este maratón único con un público entregado. A
falta de 500 metros, Eliud pidió palmas, las liebres le dejaron pasar y se
colocaron detrás del keniata, que aún tuvo fuerzas para esprintar y cruzar la
meta en 1.59:40. Una gesta del atletismo mundial.
Ahora me
toca a mí llevar a cabo mi propia gesta. Dicen que es imposible, pero lo imposible es solo una ilusión. Es mi turno y ya he comenzado. I´m back.
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