Muy buenas, traigo aquí una serie de noticias
recogidas por varios medios en agosto, tras lo logrado por este joven que ya conoceréis,
el actual campeón de Europa de 1500 y 5000 m. Al final de este post, dejo mi
punto de vista sobre este fenómeno.
El atletismo mundial
(re)descubrió a un fenómeno de dimensiones ¿incalculables? Sólo 24 horas
después de haberse impuesto en los 1.500 metros, Jakob Ingebrigtsen, el menor
de esos tres hermanos noruegos, dominó los 5.000 con una facilidad que sería
insultante si no fuera porque ese adjetivo es de una palidez ofensiva para el
vencedor. Nada describe: sólo sugiere desde el asombro.
Ganó con 13:17.06. La
marca, con ser excelente en la carrera táctica de un Campeonato, es lo de menos.
Lo que nos ofrece es la facilidad inopinada con la que la realizó. La ausencia
total de crispación. La impresión de soltura. Incluso fue hablando con su
hermano Henrik y, se diría, que lo fue conduciendo, esperando. Y, una vez que
lo vio situado en una segunda posición ya intocable, aceleró sin alterar el
gesto para acabar en esos números puramente estadísticos y ayudar a que su
hermano realizase 13:18.75.
Este muchacho tiene 17
años. Cumple 18 el 19 del mes que viene y parece proceder del mismo futuro que
nos regaló a Usain Bolt. Un lugar oscuro por imprevisible, pero radiante por lo
que ofrece, aunque nos cueste asimilarlo. Produce la impresión de no forzar en
absoluto, como si tuviera miedo de excederse y quemarse en su propio fulgor.
Como si se estuviera autoexplorando en busca de unos límites que, a su edad,
desconoce por completo porque es imposible ni siquiera elucubrar con su
alcance.
Cada carrera es un
ensayo hacia lo desconocido, con toda la carga de maravilla y de incertidumbre
que un talento semejante brinda y, a la vez, soporta. Es la
alternativa de Europa
al dominio africano. Es la sensación y la conmoción del Campeonato.
Son las siete de la mañana de un día
cualquiera de 2004: en un aparcamiento de la tienda Kvadrat en la pequeña
ciudad de Sandnes, al oeste de Noruega, cuatro niños en edad escolar entrenan
con sus patines para competir en esquí de fondo mientras un quinto, todavía
bebé, corretea perseguido por la madre. Es el inicio de la historia de los
hermanos Ingebrigtsen, la familia más laureada del atletismo europeo; es el
inicio de Jakob Ingebrigtsen, el que ya es, a sus 17 años, el
mediofondista más importante del atletismo europeo.
Pero volvamos al aparcamiento, a
2004. Como se exhibe en un documental emitido por la cadena noruega NRK1, que
siguió a la familia durante cuatro años, allí ya estaban preparándose Kristoffer
(30 años), Henrik (27), Filip (24) y Martin (22), los
mayores de siete hermanos.
A las órdenes, su padre, Gjert
Arne, que no había sido atleta destacado, simplemente quería que sus hijos
sobresalieran en el deporte. Sin conocimiento previo, con muchísimos kilómetros
de carga, fue preparando a todos, primero en el esquí de fondo y luego en el
atletismo, y al final consiguió lo que quería. El mayor, Kristoffer, no se dedicó
al tartán, pero el segundo Henrik ya fue campeón de Europa de 1.500 metros en
2012 y el tercero, Filip, en 2016. Aunque faltaba lo mejor, el mejor.
El éxito deportivo esquivó al cuarto
hijo, Martin, pero el quinto lo agarró de pleno. Desde hace meses, entrenadores
veteranos de toda Europa aseguran que se va a quemar, que es demasiado pronto,
que es una barbaridad todo lo que compite y ahí está: a los 17 años este
viernes se convirtió en el campeón de Europa más joven de la historia en
cualquier modalidad atlética.
En una final de 1.500 metros en la
que también estaban Henrik y Filip, no le dio miedo dominar en las últimas dos
vueltas y nadie pudo con él. Mientras sus hermanos se quedaban fuera de las
medallas, quien, a los 16 años, se convirtió en el hombre más joven en bajar de
cuatro minutos en la milla, se hizo con su primer oro absoluto. El primero de
muchos. De hecho, al igual que sus hermanos, está inscrito en los 5.000 metros
de este sábado y quién sabe.
El padre, Gjert Arne, estaba
eufórico. Su ambición familiar se había cumplido y, según dicen, todavía queda.
Porque su sexta hija, Ingrid, de 11 años, ya anda ganando carreras y,
aunque parezca una locura, el más pequeño de todos, William, de sólo
cinco, ya pisa tartán.
Como hacía cada día,
Bill se levantó temprano, cogió su libreta y empezó a llenarla de anotaciones.
Ideas que le salían de su cabeza brillante y que algunos consideraban propias
de un lunático. Eran los años cincuenta, la Segunda Guerra Mundial había
terminado y en Estados Unidos se respiraba un gran optimismo con ganas de
innovar y de comerse el mundo.
En Eugene, Bill
Bowerman se dedicaba a entrenar al equipo de atletismo de la Universidad de
Oregón. Poca gente –en un país por aquel entonces de 150 millones de
habitantes– sabía de la existencia de esa ciudad y mucho menos de ese
entrenador –o profesor de atletas, como prefería que se le llamase-. Instauró
una filosofía de vida totalmente autodidacta bajo el lema “estudiarás,
entrenarás y competirás como parte de un equipo”.
Para Bill, los
compañeros eran una pieza clave, una familia. Lo sabía bien después de tener
que combatir en la guerra y dejar su vida en manos de terceros. Sus métodos de
entrenamiento eran muy exigentes y no aceptaba excusas. Buscaba sacar el máximo
rendimiento de todos los factores, incluso de las zapatillas –su mayor
obsesión–, las cuales llegaba a fabricar él mismo. Fue un pionero. Sus chicos
empezaron a ganar carreras, a competir en los Juegos Olímpicos y a ganar
medallas. Hoy Eugene es un lugar de peregrinación y en 2021 acogerá el Mundial.
Una de las fijaciones
de Bill era que sus atletas bajasen de la barrera de los cuatro minutos en la
milla y en su honor, cada año se celebra en Eugene –coincidiendo con la Diamond
League– la ‘Bowerman Mile’. Este año, un espigado atleta de 17 años procedente
de Noruega sorprendió a todo el mundo. Jakob Ingebrigtsen logró terminar
cuarto, por delante del vigente campeón olímpico en Río 2016 Matt Centrowitz,
con un tiempo 3’52”28, nuevo récord del mundo júnior. Los titulares de los
periódicos destacaban más su gesta que al vencedor de la prueba. Por cierto,
Jakob lo hizo calzando unas zapatillas de la marca que co-fundó Bowerman.
Unas semanas más tarde,
en la Diamond League de Mónaco, Jakob volvió a enmudecer a todos con otro récord
del mundo júnior, esta vez en 1.500 con 3’31”18. Eso solo había sido el aviso
de lo que estaba por llegar en el Europeo de Berlín. El viernes, en el 1.500,
se convertía en el atleta más joven de la historia en ganar un título
continental y un día después ampliaba la gesta logrando un segundo oro de
escándalo en el 5.000. Con apenas 17 años acababa de conseguir un doblete que
nadie nunca antes había conseguido en Europa.
Lo que impresiona más
de él es su facilidad para correr. A pesar de su falta de experiencia,
supo leer perfectamente las pruebas y ubicarse en el lugar preciso en cada
momento. Incluso, se permitió el lujo de hablar en carrera con su hermano
Henrik, al que parecía que esperase en algunos momentos. El hermano mayor le
ayudaba a cubrir espacios y a hacer de guardaespaldas. También estaba por allí
Filip. Los tres hermanos competían como un verdadero equipo.
Para entender mejor su
gesta hay que adentrarse en su casa familiar en Sandnes, Noruega. Jakob es el
quinto de siete hermanos que forman parte de una familia muy particular con el
padre, Gjert, de líder. Además de progenitor, es el ideólogo de una forma de
vida dedicada a ser atletas de élite desde que nacen. Una especie de
experimento que viene haciendo con sus hijos y que por el momento le ha dado
excelentes resultados.
Henrik, el segundo de
los hijos en nacer, siempre fue el referente al ser el primero
en lograr grandes resultados. Quedó campeón de Europa de 1.500 en Helsinki 2012
y fue el primero en conseguir llegar a unos Juegos Olímpicos en Londres, donde
terminó en una gran quinta posición. En el Europeo de Amsterdam 2016, el que
brilló fue el tercer hermano, Filip. con su medalla de oro. De los siete
vástagos, de momento tres han logrado convertirse en atletas profesionales y
son ya campeones de Europa. Dos más, se dedican a otras cosas y los dos más
pequeños, Ingrid y William, ya destacan sobre el tartán y apuntan muy buenas
maneras.
Gjert, autodidacta,
inflige a sus hijos una vida espartana que incluye, por
ejemplo, realizar una sesión de entrenamiento antes empezar el colegio a las
8:30h o una planificación muy meticulosa que necesita de su autorización si
alguno de los hijos pretende salir de fin de semana o vacaciones con su pareja.
Entrenan en grupo, cada
uno a su ritmo, y al terminar siempre les realiza un análisis del ácido láctico
para sacar conclusiones sobre sus esfuerzos. Mucha gente le tacha de demente,
pero los resultados le avalan y sus hijos le apoyan.
Jakob nació programado
para ser campeón y ahora el atletismo mundial le ha descubierto. La ilusión que
genera sobrepasa las fronteras noruegas y ya es la esperanza de todo un
continente, que sueña desde hace años con tener un atleta que haga frente de
una vez al dominio africano.
Decía Bill que el
verdadero propósito de correr no era ganar, sino explorar los límites del
corazón humano. Es imposible saber el límite de este chico de 17 años. La
incógnita ahora está en saber hasta donde podrá llegar o si terminará
quemándose como vaticinan algunos entrenadores públicamente sin recato alguno.
Un día después de ganar
los 1.500 metros, Jakob Ingebrigtsen, un adolescente de 17
años que corre como un demonio, venció en los 5.000 con una autoridad que sólo
está reservada a los elegidos del atletismo. De alguna manera es un elegido. Es
el más joven del terceto Ingebrigtsen, que a su vez forman parte de los siete
hijos de una familia que tiene tanto de particular que, en algún aspecto, roza
lo patológico. La carrera, y su resultado, dice todo de la mecánica interna de
esta saga noruega. Henrik Ingebrigtsen, 27 años, campeón
europeo de 1.500 metros hace seis, fue segundo en la final, un puesto mal
aceptado por su entrenador: Gjert Ingebrigtsen, el padre,
líder y jefe de estos Von Trapp de la pista.
Les gusta tanto
definirse como equipo que sólo les falta un himno y una bandera. Los
Ingebrigtsen son el producto de su talento y del trabajo de laboratorio
diseñado obsesivamente por su padre desde que nacieron. No hay casos tan
radicales, pero en el mundo del deporte no faltan familias de impacto -los tres
hermanos Borlee (Kevin, Jonathan y Dylan)
formaron parte del equipo belga que ganó ayer el relevo 4x400 en el que España
fue bronce-, ni padres dedicados a la preparación técnica de sus hijos desde la
más tierna infancia. Adiestrado por su padre estadounidense en Luisiana,
Armand Mondo Duplantis, el joven fenómeno sueco (nacionalidad de su
madre) será tan favorito hoy como el mítico francés Renaud Lavillenie
en la final de pértiga.
Gran noticia. Jakob
Ingebrigtsen es una gran noticia para el atletismo, pero también invita a la
preocupación. Su padre rechaza el modelo convencional de educación y considera
que el sistema ablanda a los jóvenes. Autodidacta y dueño de un ego descomunal,
Gjert Ingebrigtsen afirma que sólo vive para ganar. Sus hijos son la expresión
física de su obsesión. Alguno de ellos no ha resistido la presión, o ha tenido
la personalidad para desvincularse de un modelo neurótico. Cualquiera puede
apreciarlo en el documental de horas que la televisión noruega ha realizado con
esta familia singular.
Otro más. Al equipo le faltaba
una pieza: Filip, el hermano mediano, 25 años, campeón de Europa
en 2016, tercero en el Mundial de Londrés el pasado año. Todos
han sido programados para ser campeones y todos lo han conseguido, pero ninguno
ha despertado más expectativas que Jakob, el predestinado. Dedicado casi
profesionalmente al atletismo desde los 13 años, Jakob Ingebrigtsen se ha
saltado todas las etapas que corresponden a la progresión de un atleta. Con 16
años competía con los mejores del mundo. Lo más sorprendente del caso es que
nunca ha defraudado en sus apariciones.
Alto, potente y
cerebral, Jakob es un niño que corre como un curtido veterano. Nunca da la
impresión de sentirse superado por las circunstancias de la carrera. Ganó los
1.500 con un progresivo ataque de 900 metros. Ni acusó la fatiga, ni pagó el
precio de las emociones. 24 horas después ganó sin pestañear la final de 5.000
metros. A falta de tres vueltas se colocó en cabeza, escoltado por su hermano,
y poco a poco levantó el vuelo. No hubo nadie capaz de apurarle, ni su hermano
mayor, que pareció un muñeco frente al poderío de un chiquillo que está
dispuesto a revolucionar el medio fondo. Detrás, un padre, un jefe, un ideólogo
se sentirá satisfecho. O no, ganó un Ingebrigtsen pero perdió otro. Y eso lo
lleva muy mal.
Mudo ha dejado el
estadio Jakob Ingebrigtsen, el joven noruego de 17 años que hoy se ha
proclamado Campeón de Europa de 1.500 metros. El sueño de los
tres hermanos noruegos Ingebrigtsen de
conseguir un triplete en la final de los 1.500 metros del Campeonato
de Europa no se ha podido cumplir, pero sí el oro para el más joven de los
tres. Los tres hermanos, Filip, de 25 años, Henrik, de 27, y Jakob, de
17, se clasificaron el miércoles para la final disputada hoy
en semifinales distintas.
Los tres Ingebrigtsen
han salido en las últimas posiciones durante los primeros metros de la prueba.
Poco a poco se han ido colocando en puestos delanteros en una carrera nerviosa
y con tirones, hasta que han completado las tres posiciones delanteras a falta
de una vuelta para el final. Jakob no ha dudado ni un momento en tirar de la
prueba sin mirar más allá que hacia la meta. Ha conseguido aguantar por
centésimas entrando en primera posición en meta con 3:38.10.
Su nombre se sitúa hoy
a la altura de los más grandes atletas del momento. El noruego de 17
años Jakob Ingebrigtsen es a su corta edad una
verdadera figura del atletismo que ya
ganó el pasado mes de mayo en un 1.500 al actual campeón olímpico, Matthew Centrowitz. Y
en la Diamond League de Mónaco volvió a destrozar otro récord mundial en
su categoría mejorando su propio
récord de 3:36.06 conseguido en junio en el Bislett estadio de la Oslo Diamond
League. Mejoró ese récord en más de cinco
segundos terminando en 3:31.18.
Un récord mundial que
llegaba justo después de que Ingebrigtsen participara en el Campeonato del
Mundo Sub-20 de la IAAF en Tampere, Finlandia. En ese encuentro, Ingebrigtsen
fue segundo en los 1.500 metros con 3:41.89, y tercero en los 5K con
13:20.78 y con nuevo récord en su categoría de edad incluido.
Un gran trabajo el del
padre de esta saga de atletas noruegos, Gjert Arne Ingebrigtsen, desde que
empezara a entrenar al segundo de sus siete hijos, Henrik, en
el atletismo. Tenía condiciones para correr, y aunque no tenía
formación deportiva, terminó situándole en el Europeo de Helsinki en 2012.
Henrik, de 21 años en aquella época, se colgó el oro en el 1.500. Cuatro
años más tarde, en Ámsterdam, Filip Ingebrigtsen se proclamaba campeón de
Europa también de 1.500 metros. Y este año, Jakob Ingebrigtsen es quizá el
que mejor y más rápido ha asimilado la formación y experiencia de su padre a la
hora de ver resultados. Llegaba a Berlín rodeado de expectación y no era
para menos, después de haber corrido los 1.500 metros en 3:31.18 en Mónaco con
sólo 17 años.
El viernes ganó los
1.500m, el tercero de la familia con el galardón; este sábado ganó los 5.000m
con unos magníficos 13m 17,06s (su mejor marca de siempre, conseguida después
de haber corrido dos 1.500m durante la semana, y récord europeo sub 20), y
entró ya en el panteón de los más grandes. Con 17 años, tras ganar los 1.500m,
era el más joven campeón de Europa en la historia de los campeonatos; ni con 17
ni con 20 ni con 31, ni con ninguna edad, ningún atleta había conseguido antes
ganar los 1.500m y los 5.000m en el mismo campeonato. Ni Zatopek, ni Bannister,
ni ninguno de los más grandes, ni siquiera Michel Jazy, el francés que más se
acercó a la gesta, pero la hizo en dos campeonatos diferentes: en 1962 ganó los
1.500m; en 1966, los 5.000m.
Ni el suicidio de
Antonio Abadía, que lanzó la carrera durante 500m a un ritmo elevado (2m 42s el
kilómetro); ni la locura del suizo Wanders, que efectuó la gran criba hasta los
3.600m, afectaron en lo más mínimo al chaval de Sandnes. Fue víctima del ritmo
Mechaal, que no se recuperó bien del 10.000m del martes y abandonó justo cuando
Jakob, acompañado de su hermano mayor, Henrik, siempre pegado a su espalda.
Ascendió hasta la cabeza y empezó a marcar su ley, estilo Mo Farah en sus
mejores tiempos.
Y fue extraordinaria la
frescura y la tranquilidad con la que un niño de 17 años aniquiló a los mejores
fondistas europeos, curtidos, trabajados y entrenados durante años. En el podio
siguió escoltándole su hermano Henrik, y tercero fue el francés Amdouni, el
ganador de los 10.000m.
El destino ya estaba
escrito, había anunciado su padre el año pasado cuando el retoño se convirtió
en el primer chaval de 16 años que bajaba de los cuatro minutos en la milla, y
este año aún, en mayo, cuando dejó la marca en la milla en 3m 52,28s en Eugene
(Oregón), en el país de Jim Ryun, el adolescente norteamericano de los años 60
con el que los más fervorosos aficionados quieren compararlo.
Poco dado a considerar
el valor de un deportista por su edad, al elogio al joven solo por ser joven,
el técnico español Jorge González Amo, que corrió los 1.500m con Ryun en México
68, habla de que cada atleta, cada persona, tiene un periodo de esplendor
físico de cinco o 10 años que puede ir de los 17 a los 27 o de los 27 a los 37,
que es indiferente. “Pero no me gusta que a los jóvenes tan jóvenes se les
convierta la vida solo en atletismo y atletismo. Hay más cosas”, dice. “¿Qué
será cuando se acabe su carrera?”
La explosión
de talento de Jakob Ingebrigtsen con 17 años: doblete en 1.500 y 5.000
El fondista noruego, todavía un
niño, asombra al mundo del atletismo y gana en Berlín dos medallas de oro que
le consagran como el rey del Europeo.
"Sabía que en algún momento se
convertiría en el mejor atleta de Europa y del mundo, pero no que lo hiciese
con 17 años", dice su hermano mayor, Henrik, La rudeza y grosería, el
carácter violento del vikingo, no se ve representado en el escandinavo más
talentoso del nuevo siglo, que flota en el Estadio Olímpico de Berlín impulsado
por una zancada elegante, suelta y bonita, como si pareciese que fuese al trote
cuando el paso que lleva descuelga a todos sus rivales. Es Jakob
Ingebrigtsen, un chaval de 17 años, un niño sin barba y sin miedo, puro
talento, que un día después de ganar el oro en 1.500 metros, arrasa también en
la de 5.000m.
Jakob Ingebrigtsen gana el
viernes la final de 1.500 metros (3m38.10s) con un último cambio mortal. Se
envuelve en la bandera noruega y se coloca en la cabeza un casco vikingo; grita
con furioso pero ese disfraz no concuerda con su cara de niño bueno, de no
haber matado nunca una mosca. Además, gana a sus hermanos, dos de los tres
últimos campeones europeos de la distancia en 2012 (Henrik) y 2016 (Filip). Los
tres —entrenados por su padre Gjert—, la familia Ingebrigtesen, prepara el
Europeo en España, en Punta Umbría.
Al día siguiente, solo 48 horas
después, el joven Jakob, con un tupé moreno digno de John Travolta en Grease,
vuelve a pisar el tartán azul del Olympiastadion para disputar la final de
5.000m, donde se hunden Mechaal y Abadía, los españoles. En sus piernas no
parece haber fatiga, y se impone (13m17.06s, récord de Europa sub20) con un
cambio que deja descolgado, otra vez, a su hermano mayor Henrik, que es plata.
"Sabía que en algún
momento se convertiría en el mejor atleta de Europa y del mundo, pero
que lo hiciese con 17 años... Eso no me lo hubiese imaginado ni en mis sueños
más salvajes", reconoce Henrik al acabar la carrera. "Se lo ha
ganado, no le ha caído del cielo." Jakob, el atleta más joven en la
historia en bajar de los 4 minutos en la milla, henchido de orgullo por los
oros y por las palabras del mayor de la casa, contesta: "Significa mucho
que diga eso sobre mí. Para ser capaz de hacer un campeonato como este, es él
quien me mantiene motivado para seguir entrenando más duro". Un talento
desatado que explota y se consagra en Berlín.
La estrella de los campeonatos tiene
nombre de vikingo y pertenece a la increíble saga de atletas nacidos en
Noruega. Es Jakob Ingebrigtsen, el pequeño de los tres hermanos que han
competido en las finales de 1.500 y 5.000 metros. Tiene 17 años, será mayor de
edad el 19 de septiembre y ha ganado las dos pruebas del mediofondo. El
viernes, el 1.500, y este sábado, el 5.000. No solo es su triunfo, sino la
insolente superioridad que demuestra.
Adel Mechaal se retiró
de la prueba cuando faltaban dos vueltas, exhausto después de su cuarto puesto
en la final de 10.000 metros. El español de origen marroquí no pudo con el
ritmo atosigante del 5.000, prendido a toda mecha desde el minuto uno.
La prueba de fondo también
perteneció a la familia Ingebrigtsen, absoluto su dominio en el medio fondo en
este campeonato. El joven Jakob ha compensado los esfuerzos de papá Gjert,
el ideólogo de esta estirpe que se ha adueñado del atletismo europeo.
En la casa Ingebrigtsen son siete
hermanos, y cuatro han tirado por el camino del atletismo. Henrik, el
mayor de los deportistas (27), fue campeón de Europa en Helsinki 2012 en 1.500,
Filip (25), el mediano, se coronó en Amsterdam 2016 en la misma carrera.
Faltaba Jakob (17) y se ha merendado a sus hermanos mayores, tanto en
popularidad como en impacto. Les ha derrotado a ambos y se ha colgado el oro en
1.500 y 5.000.
El prodigio Ingebrigtsen venció
saludando a la grada, imponente su aceleración en los últimos 200 metros, y
buscando a su hermano Henrik con la mirada (segundo en la meta). Insultante lo
del nórdico, cuya trayectoria se venía anunciando singular. Es el campeón
europeo más joven de la historia, fue el primer junior en bajar de cuatro
minutos en la milla, también posee el récord mundial de 3.000 obstáculos en esa
edad. El padre autodidacta, enfermo del atletismo, se los lleva de
entrenamiento a Arizona, Huelva y Saint Moritz (Suiza). La televisión noruega
les ha seguido durante cuatro años y les ha grabado un documental. En la vida
de Jakob, según su perfil de redes sociales, solo hay hueco para correr, para
su novia y para la familia.
Desde mi punto de
vista, también pensé que su padre lo estaba quemando. Me llamó la atención
verlo el año pasado compitiendo en grandes mítines con gente mayor y pensé,
este se va a quemar…pero con esos dos oros de los europeos de este año, parece
que de quemarse nada. Estamos ante el posible relevo de Kipchoge, pues el año
que viene, ya con 18 años, seguro que da la campanada en 1500 y 5000 y se
proclama campeón del mundo en ambas distancias (me he venido un poco arriba,
jajaja, seguro que por lo menos sube al podio en ambas distancias), apostaría
por ello, porque el tío es tan joven como ambicioso, además sus hermanos y
padre se encargan de mantener bien viva en él la llama de la motivación. Dentro
de unos años, tras ganar en el 2019 en 1500 y 5000, y robar así la cartera a
los mejores del mundo, es posible que busque romper el record de Kipchoge y
quién sabe si ser el primero en bajar de las 2 horas, apostaría por ello y
dejar con 3 palmos de narices a todos los keniatas, lo veremos…nadie ha pensado
esto, pero yo estoy hecho todo un visionario y así como sé que yo bajaré un día
de 40 en 10 kms, (estas historias ayudan a ello...) también se que Jakob dará mucho que hablar y que no se diga
que no lo avisé….
Os dejo un enlace del
primer capítulo de la segunda temporada de una serie que hacen de cómo es su
día a día, el resto de capítulos los encontrareis en youtube y sale uno nuevo
cada sábado. https://www.youtube.com/watch?v=5DUK8lo9AT0
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